Tuesday, April 22, 2014

El escritor de nuestras vidas



Cuando supe de la muerte de Gabriel García Márquez, estaba manejando en medio de la cola de regreso a casa. La periodista que se encarga de las cosas culturales en Radio Canadá  dió la noticia y luego leyó un extracto de alguien de Le Monde que había escrito algo sobre García Márquez. Hablaba de realismo mágico y de como la exageración era característica de sus novelas. Decía que el mundo entero, después de la literatura de la  segunda guerra mundial y de la guerra fría, se había visto de repente fascinado por la imaginación exhacerbada que García Márquez develaba en sus escritos.

 Sonreí. Hay que ser venezolano para entender a García Márquez. No me digan que cualquier latinoamericano lo entiende como nosotros, porque yo no me lo creo. El mundo de García Márquez es el nuestro y a mi nadie me quita que Macondo no es Aracataca, sino que es Carora, o Carúpano, o San José de Unare. El General en su laberinto es Bolívar y el Patriarca que llega a su otoño no es más que Juan Vicente Gómez. Lo que le pasa a los Buendía no está muy alejado de lo que ha pasado en cualquiera de nuestras familias, con las guerras de federación, los coroneles y generales de bando y bando, la compañía gringa que se instala y se desinstala, las historias de espantos, de viudas y de hombres machos que se acuestan con putas y preñan mujeres "decentes". Las lluvias que se vuelven diluvios y luego las sequías que levantan tierra que quema los ojos. El calor omnipresente y las fiestas que se arman por cualquier cosa, incluso en los velorios. Los hermanos, los primos, los sobrinos, mezclados entre ellos, tan mezclados que la mezcla no se nota, lo que se nota es si ése es hijo natural o no y se nota el miedo  que los jóvenes que se encuentran por causalidad, terminen engendrando niños que nazcan con "cola de cerdo".

 No me digan que Macando no es El Tocuyo o Zaraza o San Félix. Yo se de una señora de buena familia que le mandaba a pegar flores y frutas a las matas del jardín cuando sabía que venía visita. Yo se de familias enteras que al quedarse sin medios, se iban a vivir a casa de amigos, siempre acompañados de la mujer de servicio de la casa. Yo se de una abuela que no dejaba que la nieta jugara con el nieto, porque ése era hijo natural, a pesar de que ambos vivían bajo su tutela y bajo el mismo techo. Yo se del joven del caserío que decide auto-definirse dentista y pasea de pueblo en pueblo, mitigando dolores de muela.
 Y qué me dicen de Raiza Ruiz, aparecida en medio de su propio velorio, o de la ministro que se fotografía con el Pran de una cárcel de donde los criminales no quieren salir. Éso es Macondo. Yo, como muchos venezolanos de mi generación, se muchas cosas más y se lo que no saben los periodistas extrangeros: que García Márquez no inventó nada, ni exageró nada. Simplemente echó nuestro cuento.

García Márquez nos explicó y nos definió como pueblo y luego le mostró al mundo que nuestra historia era interesante. Que valía la pena ver cómo se vivía en Macondo. Por otro lado, nos mostró a nosotros mismos que otro mundo existe puesto que a ése donde estábamos metidos le terminaban dando el nombre de realismo mágico.

Recuerdo que la primera vez que un compañero de trabajo quebecense me habló de García Márquez estaba sorprendido por la falta de rectitud política de los escritos.

-Somos así, le dije. La rectitud política se inventó en el Norte.

García Márquez era periodista y sus mejores escritos recogían unas crónicas poderosas en las que estaban escondidas los detalles de la historia.
Reléan, "Noticias de un Secuestro" y dense cuenta de dónde estaba cada uno de los integrantes de la historia en el momento en que saben del secuestro. Reléan, "Crónica de una Muerte Anunciada " y dense cuenta que los hermanos Vicario tratan por todos los medios no matar a Santiago Nassar, pero el pueblo les falla, complotando tácitamente para no evitar el asesinato.

García Márquez era un escritor tan maravilloso, que conjugaba varías realidades virtuales en sus escritos, realidades que se van entendiendo a medida que uno lee, y relee sus obras.

Lo único que lamento de la vida de García Márquez es que a pesar de que fue venezolano por adopción, no nació en Venezuela. No se trata de una frase chauvinista, sino algo mucho más profundo. En el fondo, fuimos capaces de inspirar una de las grandes corrientes literarias de todos los tiempos, fuimos incluso capaces, con el magnífico premio Rómulo Gallegos, predecesor de varios Nobel de literatura, de anticiparlas y propulsarlas y, sin embargo,  no hemos sido capaces, como país, de producir ninguno de los grandes grandes de la misma.

Hoy, mientras leo algunas de las críticas mezquinas que le hacen a García Márquez, basadas en su posición política, la cual nunca he compartido, me doy cuenta de porqué. Un país que vive de lo inmediato sin ninguna visión a largo plazo y sin ninguna comprensión de lo que es fundamental en la vida, en las ciencias, en las artes y en las instituciones. Un país así no podrá nunca engendrar un García Márquez.

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